Arrancamos con huevos el 2021

Arrancamos con huevos el 2021

No vamos a hablar de ponerse tan bravo como en EEUU, no… es que hoy, aunque en nuestra tienda online no los tengamos a la venta, os vamos a contar algunas curiosidades sobre el antecesor (¿o predecesor? el eterno debate…) de un animal que sí: el pollo. No vamos a resolver el dilema, pero tenemos claro que el uno sin la otra -su mamá, la gallina- no sería posible, así que hoy hablamos sobre sus cualidades, algunas peculiaridades de la puesta ¡y también sobre el etiquetado!, que seguro que os interesa.

El huevo es sin duda un ingrediente importantísimo en nuestra alimentación; de hecho en España consumimos una media de 254 al año. Pero no solo lo es aquí… y es que hasta tiene su Día Mundial (el segundo viernes de octubre). Esto es relativamente moderno, pero es que ha estado presente en la alimentación y la cultura desde que existimos en el planeta. Está presente en numerosos ritos y expresiones populares, en la mitología y en el arte por su estrecha relación con la continuidad de la vida y con los ciclos de la naturaleza. El huevo para muchas culturas y religiones es el principio de todo, de la vida.

Como alimento, difícilmente se pueden condensar tantas virtudes en tan pequeño volumen. En tiempos de escasez, al ser considerado muy nutritivo, se guardaban los huevos para las personas que más los necesitaban (niños, ancianos, enfermos, embarazadas) a modo de reconstituyente. Los huevos son tan nutritivos que muchas veces se les llama “el multivitamínico de la naturaleza”. Un solo huevo contiene una cantidad impresionante de nutrientes.

Los huevos están cargados de vitaminas, minerales, proteínas de alta calidad, grasas saludables. Vitamina B12, Vitamina B2, Vitamina A, Vitamina B5, selenio, calcio, hierro, potasio, zinc, manganeso, vitamina E, folato y muchos más. En cuanto a calorías, un huevo grande contiene 77 calorías, 6 gramos de proteínas de alta calidad y 5 gramos de grasa. Es muy importante recalcar que casi todos los nutrientes del huevo están contenidos en la yema, y la clara prácticamente sólo contiene proteínas. De ahí que los deportistas utilicen solo la parte blanca -y en cantidades ingentes- para sus dietas, y por eso desde hace unos años las vemos en botes separadas en los supermercados.

Los huevos de gallina, que son los más consumidos, se dividen en 4 categorías según su etiquetado para la venta al público -si os los dan ‘de casa’ en una aldea no hay etiqueta que valga… ¡ninguno os va a saber más rico!-. En el código que viene impreso en cada huevo, el primer dígito nos indica el origen: Los que empiezan con un 0 son los de producción ecológica, las gallinas habitan en gallineros que tienen salida permanente al aire libre, donde pueden picotear la vegetación, escarbar, darse baños de arena para cuidar sus plumas, descansar o poner huevos en los nidos que allí se encuentran. La diferencia entre estos y los huevos de tipo 1 o de gallinas camperas es que aquellos de producción ecológica están regulados por una normativa específica certificada con su sello distintivo. Los de tipo 2 son de gallinas criadas en suelo con libertad de movimiento pero en un gallinero sin salida al aire libre; y los 3, los de animales que viven en jaulas en el interior de naves sin salida al exterior y en grupos masificados. Muchos comercios se han negado en los últimos años a vender de este último tipo, medida que aplaudimos porque sin duda el bienestar animal es una premisa que se nota también en la calidad del producto final.

Ya hemos hablado de la tinta que llevan algunos impresa… ahora toca hablar del color de la cáscara. ¿Por qué los hay de colores tan variados? Marrones, blancos, hasta azules y moteaditos… Por fuera pueden variar, pero fritos en una sartén, seríamos incapaces de diferenciar de dónde han salido (a no ser que seamos un desastre y lleve ‘crunchy’ incorporado…). El color -y el tamaño- lo define realmente la raza o especie del ave que lo ponga -sí, los cocodrilos también ponen huevos, pero hoy no vamos a hablar de ellos…-; y la dureza de su cáscara, la edad de la ponedora: cuanto más joven sea, más gruesa, y si ya es mayor, será más frágil. Según los expertos, el color de la yema tiene que ver con la absorción de lo que come, pero realmente no influye en la calidad, el sabor ni el valor nutritivo…  Cuanto más naranja / rojiza sea, mejor absorción del pienso, dicen… pero si es más natural y variada (con abundancia de cereales como el maíz) gallinas más felices, ¿no? ¡Pues esas nos gustan!

Más curiosidades… ¿sabéis que una gallina tarda 26 días en producir cada huevo desde que se forma en los ovarios? Y que de esos, 20 son para producir la cáscara? Bien, pues el pigmento que las colorea (ovoporfirina) se suelta en las dos últimas horas, mientras bajan por el oviducto (sí, el canal por el que bajan…). Las ponedoras pueden poner uno al día, es decir, entre 300 y 320 al año, porque hay una temporada (cuando mudan pluma o en los meses de menos luz bajan el ritmo) que lo hacen con menos frecuencia… ¡También tienen derecho a vacaciones!

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